Tras 900 años de exilio en las áridas tierras de Alaska, Zarek, el cazador oscuro, regresa a la civilización por un tiempo. Durante ese período logra cabrear tanto a Artemisa y Dioniso que éstos acaban exigiendo su muerte. Pero el líder de los cazadores oscuros, Acheron, insiste en que tenga un juicio justo.
Artemisa accede de mala gana a que Astrid, diosa de la justicia, sea quien decida si Zarek tiene alguna cualidad a su favor que le redima. Para que nada influya en su decisión, Astrid es privada temporalmente del sentido de la vista.
Criado como esclavo y habiendo sufrido constantes abusos toda su vida, Zarek jamás conoció la bondad humana. A estás alturas poco le importa lo que piensen de él, por lo que disfruta molestando a todo el que se le pone por delante... lo que significa que la amable y dulce Astrid le tiene completamente desconcertado. Pero Astrid no pierde la calma por mucho que Zarek refunfuñe y enseñe los dientes. Y será finalmente a ella a la que Zarek abriá una puerta que creía cerrada hace mucho tiempo.
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